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¡Tu libros¡- exclamó riendo sin pudor.
¡Tu libros¡- exclamó riendo sin pudor.
Me aparte de su cuerpo para poder mirarla mejor. Quizás no había oído bien la pregunta. Sabía
que me arrepentiría de haberla hecho, pero ya era demasiado tarde y ahora quería saber la respuesta
que me arrepentiría de haberla hecho, pero ya era demasiado tarde y ahora quería saber la respuesta
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¿Qué que es lo que menos te gusta de mí? –
insistí.
¿Qué que es lo que menos te gusta de mí? –
insistí.
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¡Tus libros¡ – respondió de nuevo abriendo muchos los ojos.
¡Tus libros¡ – respondió de nuevo abriendo muchos los ojos.
Evidentemente no eran los que había escrito yo. No había mostrado el mínimo interés por ninguno
de los poemas que le escribí en arrebatados momentos de pasión.
de los poemas que le escribí en arrebatados momentos de pasión.
Le molestaban los otros. Los libros que reposaban en mi biblioteca o vivían esparcidos por
toda la casa.
toda la casa.
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¿Por qué? – Pregunté perpleja.
¿Por qué? – Pregunté perpleja.
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Porque tienen mucho polvo.
Porque tienen mucho polvo.
La miré, era hermosa y primitiva como un animal. Nuestra relación se basaba en espaciados encuentros ocasionales, fogosos y explosivo que despertaban en mí un deseo furibundo por desentrañar su esencia.
Me sumergí de nuevo en su cuerpo como quien se lanza al mar en llamas, tratando de borrar la respuesta que flotaba en el aire, levitando sobre los cuerpos acompasados, revoloteando sobre
los estertores de un orgasmo triste.
los estertores de un orgasmo triste.
Por otro lado, tenía razón. Era una joven práctica e iletrada que trabaja muchas horas limpiando y los libros eran un cúmulo de polvo. Sin embargo, todo aquello me entristeció como si la distancia que nos separaba se hubiese agrandado aún más.
Cuando se fue, me quedé en silencio tendida en el sofá, desnuda, fumando un cigarrillo. Esa noche le escribí el último poema. Trataba sobre la belleza de la inocencia y el origen del deseo o algo así. Lo llamé cenizas. Sabía que ella nunca lo leería. Luego los encuentros se fueron espaciando. Eran demasiada tristes los después.
El invierno regresó antes de lo previsto. Encendí la chimenea. Las cenizas habían vuelto a depositarse sobre las cubiertas y lomos de los libros.
Fotografía de Teresa Alemán
Los libros son atractivos aun con polvo y cenizas, las relaciones sin puntos importantes de por lo menos aficiones o hábitos, muy pronto juntan más polvo y esas si pierden todo su atractivo.
Abrazo.
Es para entristecerse.
Yo también la voy a olvidar…
😛
Besos.
El error de los seres humanos es buscar lo que no nos gusta del otro. Con lo fácil, hermoso y agradecido que es buscar lo que más nos gusta.
Siempre sabia!
Que belleza!!!! Que bueno haber venido por esto! Por la imagen que queda entremezclada en mis emociones y en este caso no podré olvidar. Te extraño!!!
que chulo, asi es cuando más me gusta como escribes, unbeso SilviaMusiké
hacia mucho que no entraba a el blog!!!
Gracias por tu visita, también echaba de menos poder leerte.
En cuanto al fantástico relato: el deseo es tan susceptible y quisquilloso que cuando se supone que lo buscas, desaparece o se esconde… un salvaje jaja
un fuerte abrazo