Urgente. Anote rápidamente o corto la llamada. De prisa somos los del secuestro. Anote, primero, que dejen los millones en el lugar donde le hemos dicho o este hombre, en el plazo de tres días, aparecerá muerto en cualquier rincón. Va muy en serio, Segundo, la constitución de lo que aquí está ocurriendo tendrá su futuro…
El pitido del teléfono cortó la conversación.
– Oiga… oiga…mierda
El inspector Acosta salió de la reunión con el Delegado de Gobierno con aire circunspecto. El delegado de Seguridad había dejado órdenes tajantes de que fueran la brigada especial de Madrid quien llevara el peso de la operación. Sin embargo, debían estar coordinadas todas las fuerzas del estado. La víctima no era un cualquiera. Desde el gobierno del interior las normas eran que la búsqueda de Eufemiano era objetivo prioritario de todas las fuerzas armadas y policiales. La coordinación debía ser prioritaria. Pero, allí cada uno iba a lo suyo. Con Antonio Bermejo, jefe de la guardia civil era con quien más información contrastaba. Pero el juzgado siempre iba por independiente, aunque no había problema si pedía cualquier tipo de información extra, podían ser bastante reticentes. Mañana iban a proceder a la reconstrucción de los hechos. Quería estar allí. Sin embargo con la brigada de Madrid era otra cosa. Apretó el acelerador. Esa tarde la brigada de investigación criminal iba a entrevistar a la mujer de don Eufemiano.
El coche se detuvo en la verja de entrada, el guardián abrió la verja de hierro y le saludó con la mano. Los periodistas seguían apostados en la entrada la espera. La dueña de la casa se encontraba en el salón. El abogado y su hija la acompañaban. El secretario del juez instructor tomaba nota. Era la primera vez desde el secuestro que la veía. Pasaba el resto de los días en su dormitorio y en el ala de la vivienda donde sólo la familia tenía acceso. La mujer tenía la voz quebrada y parecía somnolienta. El inspector saludó al entrar. La mujer le ofreció un café a lo que él rehusó. El jefe de BIC continúo con las preguntas.
El coche se detuvo en la verja de entrada, el guardián abrió la verja de hierro y le saludó con la mano. Los periodistas seguían apostados en la entrada la espera. La dueña de la casa se encontraba en el salón. El abogado y su hija la acompañaban. El secretario del juez instructor tomaba nota. Era la primera vez desde el secuestro que la veía. Pasaba el resto de los días en su dormitorio y en el ala de la vivienda donde sólo la familia tenía acceso. La mujer tenía la voz quebrada y parecía somnolienta. El inspector saludó al entrar. La mujer le ofreció un café a lo que él rehusó. El jefe de BIC continúo con las preguntas.
– Entonces, según nos ha dicho usted tenía el hábito de cerrar la puerta de la salita que va a su dormitorio, pero esa noche no lo hizo ¿no es así?
– Bueno, en realidad, siempre lo hacíamos, pero esa noche yo estaba cansada, la medicación me da mucha soñolencia y me acosté antes que él así que no sé con seguridad si mi marido la cerró o no.